Revista enfoques . pragmatismo ecológico en américa latina: precomprensión y perspectiva de la sustentabilidad
Pragmatismo ecológico en América Latina:
Precomprensión y perspectiva de la
Hugo Rodríguez Uribe*
Esta es una explicación acerca del proceso histórico que concluye en diferentes pers-pectivas de conocimiento, preservación o alteración en los sistemas naturales. Habla-mos de sistemas de ideas delimitados e integrales vinculados con valores y particularesmecanismos que establecen la relación entre el hombre y el entorno ambiental. Sonsistemas diferenciados de ideas que encontramos asociados con comunidades étnicas orurales y sectores liberales de la población nacional. La solución que hallamos destacael retorno a un mundo que aparece bajo el lenguaje analógico, valores que derivan dela racionalidad de la naturaleza y la inclusión de comunidades marginales como parteimportante en la concepción de la política pública. Es obvio, crear las condiciones parapromover la inserción de comunidades en una escena donde los políticos prejuzgancon valores liberales, anticipa dificultades para alcanzar ese objetivo. La solución portanto, no consiste en esperar bondad del poder político, será la condición de riesgo porla escasez de recursos y la acción social basada en ideas verdes, una nueva condiciónpara establecer una política coactiva en beneficio de las mayorías. Eso aparece comoperspectiva común y en algunos casos como utopía en América Latina.
Palabras claves: Precomprensión (hermenéutica), lenguaje análogo, racionalidad cien-
tífica, pragmatismo, democracia social, sustentabilidad ambiental.
This is an explanation of the historical process that flows into different perspectives ofknowledge, preservation or alteration of natural systems. We mention delimited and
Doctor en Ciencias Sociales por la UAM, autor de libros
Epistemología y calidad educativa, principiofilosófico, conceptos y lógica valorativa, publicado por Dríada e
Ideología y política ambiental en el siglo XX,la racionalidad como mecanismo compulsivo, publicado por la Universidad Autónoma de la Ciudad deMéxico, catedrático e investigador en el Claustro Mexicano de Ciencias Sociales (CLAMECSO).
Hugo Rodríguez Uribe
integral systems of ideas linked to values and particular mechanisms that establish therelationship between man and the environment. These are differentiated systems ofideas that we find associated with ethnic or rural communities and some liberal sectorsof the national population. The solution we found emphasizes the return to a worldthat appears under analogical language, values that emerge from the rationality ofnature, and the inclusion of marginalized communities as an important part in theconception of public policies. Obviously, to create the conditions to promote theinsertion of communities into a panorama where the politicians hold prejudices basedon liberal values implies difficulties in reaching this aim. Then, the solution does notconsist in wishing goodwill coming from the political power but, on the contrary, newconditions to establish coactive policies benefiting the majority will be based on therisk-situation due to lack of resources and social action based on environmental ideas.
That appears to be a common perspective, and in some cases a utopia, in Latin America.
Words keys: Preconceive (hermeneutics), analogous language, scientific rationality,
pragmatism, social democracy, environmental sustainability.
El ensayo que aquí se propone reflexiona sobre los cauces epistemológicos, los valoresideológicos y las relaciones de poder como fundamento necesario para comprender labondad de vínculos y tradiciones entre el hombre y la naturaleza y, en la antípoda, laemergencia de un escenario que anticipa ruptura o degradación ambiental. Las for-mas del conocimiento esclarecen la mirada del hombre sobre el entorno y el acaecerdel vínculo como resultado del imaginario colectivo. Es una epistemología que exigecomprenderse a la luz de valores y relaciones de poder para exponer la integridad delproblema ambiental en América Latina. El conocimiento que precede al racionalismodel siglo XVII, si bien perfila un modo de conocer que se remite a la totalidad sistémica,a la creación de imaginario en íntima relación con el medio, no es
per se garantía desaberes que se traduce en conductas que derivan en la permanencia y el aprovecha-miento juicioso de los recursos naturales. El racionalismo se ocupará, en contraste, endesentrañar el secreto del medio físico y natural al modo de leyes universales, perotambién esclarecerá vías para su degradación.
Si no basta con el modo de conocer para preservar el medio, cuenta entonces comoeje de reflexión o báculo para orientar el análisis que se esclarezca la participación deun sistema de valores propiciatorio de sentido. Si subsisten a un tiempo modos tradi-cionales, conservadores, comunitarios y liberales de producción y apropiación de re-cursos naturales, ¿qué factores, condiciones o supuestos gestan esperanzas para el ad-venimiento de un escenario caracterizado por mecanismos estables y persistentes derelación armónica entre el hombre y el sistema natural? Si el pragmatismo, no obstan-te ser imperativo de la razón occidental, ha resultado insuficiente para asegurar lasustentabilidad ecológica a largo plazo, ¿por qué es debido pensar en la alteridadcomo un sistema de conductas que adquiere sentido a partir de ciertos valores y rela-ciones de poder? La idea que se ofrece a lo largo de este ensayo, radica en considerar el
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bagaje precomprensivo1 como factor que posibilita reflexionar perspectivas de lasustentabilidad ecológica en América Latina.
I. La vida como versión análoga del cosmos
Cuando intentamos reflexionar sobre el asunto ecológico, es decir, cuando nos pro-ponemos hacer hermenéutica de todo cuanto mantiene y afecta el sistema de la vidadespuntamos con una primera interrogante: ¿qué supuestos o puntos de referenciahacen posible comprender un tema inconmensurable? El análisis de la pregunta escondición necesaria como reflexión epistemológica y como criterio que orienta en laindagación. Un primer ángulo de análisis consiste en revisar el conocimiento analógicocomo punto de encuentro primigenio entre el hombre y la naturaleza.
Foucault (1998: 38-39, 48, 58) habría dicho que hasta antes de la época clásica cono-cer era una suerte de expresar la semejanza. Averiguar consistía en aludir lo parecidocomo
convenientia, aemulatio, analogía, simpatía, antipatía. La comparación era posi-ble por la contigüidad espacial o no de las cosas. El contexto podía influir para esta-blecer la cercanía de los objetos, pero también acontecía una cierta alusión implícita oexplícita que no necesariamente se dejaba ver por estar inserta en un mismo escena-rio. Las cosas se invocan unas a otras por pequeños rasgos, por su origen, por seranálogas, por desenvolver elementos ocultos que en su desvelamiento se acercan.
La regresión infinita ha sido figura evidente para decir de los hombres que piensancosas remontándose de acepción en acepción sin encontrar jamás una vía para pene-trar los objetos que nos interesan.
«Porque una definición no puede establecer el significado de un término, así comouna derivación lógica no puede establecer la verdad de una afirmación; ambas sólopueden causar la regresión del problema. La derivación traslada el problema de laverdad de regreso a sus premisas, y la definición traslada el problema del significadode regreso a los términos definitorios (es decir, los términos que constituyen la fórmu-la definitoria (…) Si se preguntara por ejemplo, qué entiende por «democracia», po-dría contestar: «el gobierno de la voluntad general», o «el gobierno del espíritu delpueblo»; y como así ha dado una definición y ha cumplido con las más altas normasde la precisión, ya nadie se atreverá a criticarlo en lo sucesivo. Y, ciertamente, ¿cómo
Precomprensión en la idea de Ricoeur significa entender la estructura del relato de la vida, sutrama; es lo que ya aconteció en el discurrir del tiempo como normal relación interpersonal ymotivos subyacentes implicados. Entender lo transcurrido se traduce en la aprehensión de estruc-turas que se despliegan en el tiempo y que sirven para aleccionar en una narrativa ulterior; es loque se entiende como precomprensión o
mimesis I.En nuestra indagación precomprensión signi-fica entender epistemología, lógica del conocimiento, ideología y ética como factores determinan-tes en la concepción de soluciones a la problemática del ambiente en América Latina. Se proponediscusión sobre las soluciones más definidas en cuanto tendencia ideológica para perfilar un argu-mento con perspectiva.
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se le podría criticar, ya que la exigencia de que definiera a su vez «gobierno», o «públi-co», o «voluntad», o «espíritu» nos pondría en camino de una regresión infinita, quetodos vacilarían en suscitarla? Pero, si pese a todo se suscitara tal regresión, fácilmentese podría satisfacer la exigencia de definición. Por otra parte, la controversia acerca desi la definición dada era correcta, o verdadera, sólo nos llevaría a otra controversiahueca sobre el significado de las palabras.» (Popper 1995: 105-108)
La sociedad se satisface con fórmulas mágicas, son respuestas que se cortan a ciertaaltura para evitar su regresión y últimamente su trasgresión. En esa vía de configura-ción del saber, limitar la derivación no sólo significa asumir el riesgo de no contar conlo esencial, es explicación de cómo acontece y se contenta el apetito cognitivo.
Florescano (1994: 125, 127) reflexiona la cultura mexica como correlato del univer-so, así se torna en reflejo de los sistemas naturales. En su opinión el desenvolvimientohumano es arquetipo cosmogónico; la acción humana deja temporalmente de inter-venir para curar sus malestares, está regida por un orden mágico. Como puede enten-derse, el conocimiento es eco de la naturaleza que holla en el devenir humano. Re-flexionar el entorno natural no es en definitiva saber para contravenir, para desterrarlos supuestos de la condición humana. El proceso civilizatorio que se asocia con lasculturas de Mesoamérica deviene de un conocer que todavía no penetra, que no esculcaen los secretos más íntimos de la naturaleza.
Hasta aquí podemos afirmar que la base epistemológica fue precondición de un modode vivir que se desarrolla como consustancia, concomitancia, correlato; era en defini-tiva un velo que mantenía a raya conciencia y conducta del hombre. La imposibilidadde explorar el núcleo de los fenómenos era razón suficiente para azuzar el imaginariocolectivo en dirección de la precaución, la contención; se concedía atento seguimien-to y prerrogativa a los mensajes divinos. La representación en la conciencia era eco delo que existe como anterioridad y fundamento humano, el orden universal se com-prende como yuxtaposición de elementos y funciones, es el argumento sobrado paradar sentido al imaginario colectivo. El sistema de la naturaleza no por ser inescrutableresulta sin efecto en el acontecer humano, todo lo contrario, no saber lo esencial y sílo que resulta parecido, mimético, concomitante, permite respirar, soportar un mun-do que se ofrece harto complejo. Emular el sistema de la vida es en definitiva postrar-nos en la capacidad de contemplación, conocer para obedecer o deliberar en lo quenos es conveniente, es recurso para constreñir, contener o evitar los miedos, las dudas,es mediación para elidir o aplazar el peso ontológico.
En otro tiempo fue posible pensar el influjo del orden celeste (del sistema cósmico)sobre el acaecer humano por la conexión orgánica vital que los asociaba. Todos esosprocesos del universo, la gravitación, la vida sobre la tierra…, tienden a ser desarro-llos automáticos, cíclicos, de ahí que resulte extraordinario pensar que la sola inter-vención de la acción aislada o singular, pueda cambiar el curso de las comunidadesy del mundo físico. Al igual que en el cosmos, los procesos sociales creados históri-
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camente se automatizan, el hombre se afirma en o contra el orden preestablecido.
Lo peculiar de tal hecho radica en pensar el anquilosamiento, la resistencia al cam-bio, como ruina de la condición humana (Arendt 1996: 181-182). El ciclo de lavida lleva del ser al no-ser, de la vida a la muerte, es pulsión que azuza y desenvuelvetodo ejercicio de inventiva. Si el hombre ha de modificar sus modos de pensar yactuar, si ha de ir contra todo proceso automático para edificar su singularidadhistórica, si ha de superar la semejanza ¿en qué sentido propone transformarse?Antes conviene aclarar una cosa, desconocer los mecanismos íntimos de la natura-leza no es en definitiva garantía para contener los procesos que degradan el medio,es dicho esto porque el desconocimiento opera con o sin guía, bien puede ser unmodo de andar sin sentido. Serán los valores y principios insertos en mitos,cosmogonías, el metarrelato o el sistema de ideas, el referente orientador. Lainternalización de valores llega al grado de constreñir conciencia y conducta en loshombres, es ancla que detiene la embestida.
El cambio no es de cualquier forma un brinco al individualismo posesivo, median enesa transformación histórica una nueva epistemología, el empleo del conocimiento alamparo del interés y no de una ética positiva, la afinidad selectiva entre el poderpolítico y la empresa privada, el olvido de aspiraciones y deseos sociales. El conoci-miento sirve en la acumulación de riqueza y no tiene contención ni perspectiva deequilibrio por mediación de la política pública; así se crean las condiciones demarginación de un sector importante de la sociedad nacional. A la semejanza, al para-lelismo, le sigue un modo de conocer que penetra en los objetos mismos, en sussecretos. El racionalismo fue en rigor una nueva forma de indagar que se desbordó enlo insulso, en la vorágine de la destrucción.
La distorsión se origina cuando mutamos razón por fe, cuando nos atrevimos a ir dela teoría a la acción, de la contemplación al trabajo. Kirkegaard añoraba el triunfo dela dignidad de la fe sobre la razón y la embestida de la modernidad; en Marx seenfatizaba la dignidad y relevancia de la acción humana frente a la contemplaciónhistórica y los cambios que conlleva la modernidad; Nietzsche veía desventaja de ladignidad humana en el vórtice de la vida moderna. La vida en su ciclo eterno denacimiento, muerte e inicio emula un proceso automático, tal y como acontece en elcosmos (Arendt 1996: 36-37).
II. Racionalismo en la precomprensión espiritual
El positivismo lógico influyó en la creación del saber social orientando la compren-sión de efectos por las causas, pero no fue en definitiva un modo de conocer vincula-do con la complejidad real. La estructura de todo enunciado legaliforme parte de unacausa que explica y determina el acaecer de la consecuencia, así prescribe la limitaciónde la ciencia. Esa vía de acceso al saber sentencia debilidades importantes. Habermas(1996: 55, 71, 83, 85) advierte un pronóstico limitado y condicionado en todo com-
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portamiento observable cuando se deja guiar por la estructura del enunciado; lascondiciones de examen de la realidad revelan limitación en el entendimiento de lasconsecuencias de la acción. Cuando vamos más allá llevamos el control o la interven-ción humana al ámbito de dichas consecuencias. En esa forma se predice la utilidadde la información. Las hipótesis son por tanto conjeturas que se limitan a esa expe-riencia y en contacto con la cual también pueden fracasar.
Otra cuestión entra en juego; si la ciencia social se ha de guiar por explicacionescausales presupone el entendimiento de la regularidad: la explicación de hechos socia-les se reduce a nexos legaliformes. Entonces puede pensarse en la recomendacióntécnica como provecho científico, algo que por cierto tampoco comprende la com-plejidad social. Se discute si Weber se colocó allende un saber técnicamente utilizablepara abordar un análisis comprensivo de mayor implicación en el conocimiento so-cial. El sentido que subjetivamente dan los agentes a la acción en el cumplimientohipotético de sus deseos remite al acto deliberativo de la razón. Si en un sentidopodemos observar un saber que puede derivar en recomendación técnica, es seguroque nos acercamos al dominio de la vida por el cálculo, es un saber que descansa en laregularidad. El saber reducido al pronóstico de causas y efectos es en definitiva cono-cimiento que sirve para intervenir y regular la conducta del hombre, empero Webersubordinó el entendimiento social al conocimiento de las motivaciones subyacentes,al sentido de la acción social, así anticipó una finalidad cognoscitiva distinta.
Las investigaciones sociales se colocan fuera de un marco estructural-funcionalista, esdecir fuera de una teoría que se reduce al comportamiento observable o a un modelode acción racional con arreglo a fines. No es el caso de asegurar una teoría para pres-cribir conductas, hablamos de una historia de los fenómenos sociales que se debate ensu pertenencia al enfoque de las ciencias de la naturaleza o a las ciencias del espíritu.
Una diferencia es capital, si los fenómenos se remiten a leyes y categorías se atrapan enel territorio de la «naturaleza», si en cambio se explican por sus valores como aperturaal tiempo, como un
continuum de explicación, como plexo amplio de sentido, ensan-chan la comprensión.
La cultura como suma de fenómenos bajo un sistema de valores vigentes determinalas condiciones de aprehensión de los objetos; así es posible deducir
a priori un siste-ma de valores por la razón práctica. Todo análisis espiritual configura una fuerza queno se reduce a la reproducción o al correlato entre enunciados y hechos (el sentidonomológico), encierra una energía autónoma que hace posible el significado, el con-tenido ideal. En las ciencias nomológicas el marco teórico resulta fecundo o no por ladeducción de hipótesis que tienden a ensanchar el conocimiento, está sujeto a losresultados de la investigación. En las ciencias del espíritu los valores de referencia deuna teoría trascienden los resultados de investigación, no puede ser aceptada o refuta-da por ese hecho. «El verdadero conocimiento sólo es posible de ahora en adelante enlo tocante a las condiciones trascendentales de la representación simbólica, mas ya noen lo tocante a lo representado mismo» (Habermas, 1996: 88, 95).
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La investigación y su saber técnico es acicate para el desenvolvimiento de las fuerzasproductivas en la sociedad industrial, es desde luego un saber limitado para orientar laacción. La praxis puede coincidir con la acción instrumental cuando se registra laautoafirmación violenta; es la represión de la acción por la técnica. La acción social encuanto es mediada por la tradición y la comunicación lingüística cotidiana –añadeHabermas- exige respuestas a acciones prácticas. El autor no cree en el imperativo deun saber estandarizado, que se utiliza técnicamente, así se admite ausencia de discu-sión racional (Habermas, 1996: 101). Si bien no hemos reducido el análisis a lainstrumentalidad, si por suerte hemos desbordado la reflexión para superar el cálculodel hombre y su contención en la ingeniería que lo prescribe, habremos impulsado elejercicio hermenéutico pero no la apertura y riqueza de la acción en la vida cotidiana.
Porque es claro que pervive la generalidad de una conducta que se atrapa en las esferasde la racionalidad.
Zemelman (1998: 19, 22-23, 29, 34, 36) distingue el pensamiento utópico en el que serecrea la sociedad justa del análisis sobre la dirección en que se mueve la sociedad mo-derna. Niega todo proyecto de orden social, ese que deviene de considerar una determi-nada genealogía del comportamiento, destaca la capacidad de toda sociedad de poten-ciarse a sí misma, de ser dándose, de constituirse como viabilidad. Si el futuro se concibedesde la teoría, sería tanto como creer y aceptar la crisis inevitable del capitalismo segúnobservó Marx. En realidad, todo presente social ofrece tentativas de futuro, es una cons-trucción de ideas y proyectos que luchan por ser viables. El presente-futuro y no elpresente-pasado ayuda a construir el conocimiento como algo que es producto de lapotencia, de la posibilidad social. Las anticipaciones de realidad son esperanza paradelinear horizontes históricos como proyectos viables. La experiencia es ampliación dela conciencia hacia el horizonte histórico que se ha convertido en objeto de unaintencionalidad. Se trata de caminos que conducen a un escenario social deseado. Ladificultad estriba en entender la variedad de horizontes que se ofrecen a un tiempo y quepor añadidura se imbrican o articulan para arrojar complejidad.
Como puede entenderse, nos hemos separado de una ciencia nomológica en la que seconstriñe el entendimiento de la realidad a las previsiones y tendencias contenidas enel marco teórico. Nos colocamos en una perspectiva histórica que se apoya en concep-tos y categorías para ver la realidad como visión de conjunto y arena en la que sedirimen conflictos entre fuerzas interactuantes. Clase-poder es categoría que sirvepara comprender acontecimientos anteriores, pero también las posibilidades del des-envolvimiento social. Las fuerzas sociales se transforman en fuerzas políticas quedevienen en condiciones inéditas que incomodan o reactivan nuevas fuerzas en lasociedad.
Con lo expuesto se niega toda condición de regularidad en los procesos sociales, elsujeto concibe utopías, escenarios hacia los que quiere transitar. Es seguro entoncesque no hablamos del imperativo de una tendencia, ni de la necesidad de alcanzar laúltima verdad, comulgamos con la idea de arrojar el análisis en un escenario de plura-
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lidad, de fuerzas que interactúan y se condicionan, de probables tentativas de cons-trucción del
telos social.
El conocimiento que se asocia con la categoría del poder permite explicar cómo seaccede a las instancias de decisión institucionalizadas, al espacio que demarca las rela-ciones entre fuerzas sociales. También admite discusión sobre los modos en que seresquebrajan y determinan las nuevas instancias de decisión. Si cualquier comunidadimpulsa una idea de progreso que se comparte y se extiende entre miembros de otracomunidad para luego alcanzar las esferas del poder, podemos concluir en la articula-ción entre poder y voluntad colectiva (Zemelman, 1998: 41). Cuestión que por cier-to es la menos esperada.
La vida como escenario para reflexionar y hacer conciencia de nuestro entorno am-biental se ha replegado sobre sí misma, ha desvelado su distancia respecto de valoresmíticos, tradiciones, relatos, cosmogonías, la ética y moral edificadas en una conside-ración trascendente. El imperativo de una razón que media y se resuelve en la contin-gencia es por ahora un devenir infausto, incierto. Nos preguntamos entonces, ¿quécondiciones históricas o perspectiva epistemológica llevaron a colocar a las sociedadesen su aprehensión del mundo al modo de un jalonamiento instrumental?, ¿en quéconsiste ese modo de concebir y emprender la acción?, ¿qué condiciones lo ponen enescena?, ¿qué riesgos y perspectivas se le asocian?, ¿es factible un retorno a la moraltrascendente?, ¿por qué sería deseable un retorno a valores primigenios?, ¿qué factoresazuzan la reinvención del retorno, la evocación de un mundo mejor?, ¿es factiblehablar de una pedagogía y emancipación del oprimido? En esa miríada de interrogantesbien podemos perfilar un nuevo modo de análisis para explicar la emergencia deopinión y soluciones en las sociedades contemporáneas.
III. El pragmatismo como referente precomprensivo en el análisis de la
problemática ambiental de América Latina
El análisis de Leyva y Kozlarek sobre el significado del pragmatismo en la obra de Joas(2002: 7-8, 13-14, 16) puede auxiliar en la reflexión que aquí se propone. En efecto,la acción instrumental no sólo ha de comprenderse por su implicación racional, tam-bién aflora como creatividad. Respecto de la moral han de explicarse cómo surgen lasnormas y valores en el desenvolvimiento de la acción. Joas capitaliza la propuesta deMead sobre la función del enlace intersujetivo en la constitución de normas que deri-van en un orden social. Localiza toda solución creativa de problemas morales en elmarco de la acción. La comprensión de la acción racionalista adquiere sentido si semira en su contexto. Es decir, la situación en la que tiene lugar la acción, dicho másespecíficamente, la situación alude el despliegue actual y pasado de elementos de laacción. El presente se explica por un proyecto de vida que se suscitó en el pasado. Elcontexto no es ajeno a la acción, se contiene en ésta como reciprocidad, intencionesplanteadas y potencialidades creativas de los actores.
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Joas supone una interpretación no-teleológica en la acción humana. Las metas surgencomo procesos que están determinados por la acción misma, nunca como previsiónpara encauzar la acción. El pragmatismo de Joas no reduce el entendimiento del hom-bre al control de su corporeidad, supera así una filosofía moderna que expone a lahumanidad como resultado y clara evidencia del domino tecnológico. En su opinión,la corporeidad acaece en vínculo prerreflexivo2 y dialógico con los otros entes delmundo, es lo que entiende como «socialidad primaria». La creatividad no es productode la razón que lleva a la exaltación del sujeto autónomo, «sino de las posibilidadesconcretas que las situaciones también concretas plantean. Las condiciones que lassituaciones crean no son entonces limitantes sino posibilitantes». Según Leyva yKozlarek, tratamos con procesos pre-teóricos de la acción social.
Para explicar cómo es que experimentamos algo como valor, Joas supera la visiónclásica de principios éticos y morales constituidos en forma abstracta; extendidos enuna suerte de universalidad determinante del acaecer humano. Los discursos sobre lapaz son necesidad de la ciudadanía y del Estado porque permiten el normal desenvol-vimiento de la individualidad posesiva; son en otro orden de cosas el origen de laviolencia social. El utilitarismo ha sido responsable de la hegemonía de proyectosimperialistas que devienen en la superposición de los intereses particulares a los socia-les. Si la modernidad no es producto del imperativo de la moral trascendente, pre-guntamos a Joas, ¿cómo puede irrumpir la contingencia y la creatividad humana paraposicionarse en un
telos que dé visos de bondad social?
Bien podemos hablar de procesos sociales no teleológicos y de una moral no trascen-dente constituida en la acción y aún así persiste la duda: Si la realidad, como aseguraZemelman, está impregnada de proyectos de sentido, ¿es vigente y esperanzador aquélque se aproxima en dirección del espíritu natural? Porque nos ha quedado suficiente-mente claro que en la actual tendencia de progreso de América Latina no se ofreceevidencia, ni garantías suficientes para asegurar la calidad de vida, la diversidad yestabilidad del medio.
La guerrilla en Colombia se ha vuelto contra todo vínculo entre intereses de compañíaspetroleras y los de la política pública, no por razones nimias; la riqueza no se empleapara salvaguardar condiciones de calidad de vida en comunidades rurales y étnicas, todolo contrario, sirve en la rentabilidad pública y privada y para financiar violencia intesti-na, para apagar al disidente. A la postre cambiar los beneficios temporales del petróleopor la perdurabilidad sustentable de la naturaleza no parece buena oferta. La incursiónde compañías petroleras en la selva deja tras de sí contaminación, destrucción de recur-sos naturales, erosión y pérdida de valores culturales, proletarización cuando se alcanzanbeneficios mínimos, violencia intercultural, entre otros efectos. Así, en mérito de rom-
Se admite así la necesaria contribución de la fenomenología de Merleau-Ponty.
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per con ese lazo pernicioso entre el poder privado y público la guerrilla se torna en signode inestabilidad, va contra el poder político y económico y deja tras de sí ostracismo ypobreza en las etnias de la región, es la vorágine del sinsentido. La racionalidad instru-mental evidente en unos y otros se confronta para concluir en la fragmentariedad, en ladialéctica de fuerzas sin perspectiva. Cuánta razón tienen Zemelman y Joas, en la acciónse construye el devenir, empero en la actualidad latinoamericana se asoma una tenden-cia que nos despoja de la esperanza.
Los liberales arguyen pérdida de libertad porque se constriñe el individualismo pose-sivo, o bien cuando se ensancha la participación del gobierno y se reduce la libertaddel mercado. Se niega la ecología radical porque va contra el individualismo posesivo,incluso si es el caso de reconocer un efecto asegurado sobre la calidad de vida. Losliberales confían en la libertad individual por ser un acto deliberativo que favorece lacompetencia; para mayor argumento recalcan que todo individuo sabe lo que más leconviene. Esa libertad conserva la existencia de las antípodas, lo bueno y lo malo,pero también la oportunidad de elección racional. La ideología en cuestión está pre-ocupada por los medios, por la competencia mercantil, no por la finalidad social de laeconomía. Se arguye respecto de la justa distribución de los bienes naturales que nosería la opción, si bien los sistemas tienden a agotarse, así los derechos de los hombresestarían impedidos por razones físicas, por la incapacidad del medio para soportar lacarga humana (Dobson (1999: 12-13, 16).
En opinión de De Geus (1999: 23) una política liberal que se endereza a favor delbienestar colectivo supone anticipación del ciudadano medio en esa tendencia, nuncaa la inversa. La política no iría por delante para decir o impulsar un sentido ético quetodavía no se expresa en la ciudadanía y eso es así porque el gobernante se deja guiarpor las mayorías. Contra esa opinión se puede objetar que los argumentos que me-dian en el convencimiento social bien pueden anticiparse para cambiar la opiniónmedia del ciudadano. Eso sería convincente siempre que se esclarezcan los motivos ycondiciones que devienen en la constricción de la voluntad y la libertad privada pormediación del Estado. En otro aspecto, nos preguntamos si el Estado es capaz deentender y administrar la complejidad del ambiente en perspectiva antropológica. Enmi trabajo sobre
Ideología y política ambiental… (2005: 35, 388, 394) he rastreado lacobertura de las decisiones en cuanto puedan comprender y administrar la compleji-dad que se asocia con el lago de Texcoco; la respuesta que fue posible encontrar des-pués de analizar un siglo de decisiones políticas vuelve a ser desesperanzadora. Lascondiciones de reparto temático en áreas de la administración pública, el egoísmo ointereses de unas sobre otras, el privilegio de una lógica de gestión reducida a lasexpectativas de lo privado, la omisión o contención de núcleos o comunidades paraque no interfieran o condicionen las expectativas de la política, lleva a ese sentidounívoco de la acción. Los ciudadanos sin voz, como asegura De Geus (1999: 23-24,29, 36-37), «…se ven amenazados en el proceso efectivo de toma de decisiones polí-ticas». La política liberal esgrime argumentos que calan en la médula de la necesidad.
No se imponen medidas coactivas para evitar la degradación del ambiente si bien así
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se desestima la empresa privada y el empleo. No es extraño que tienda a prevaleceruna fórmula que combina crecimiento económico y paliativos para reducir la presiónsobre el ambiente, a diferencia de aquella en la que se auguraba sustentabilidad yjusticia inter e intrageneracional. Con lo expuesto queda claro que «…las democra-cias liberales no están muy bien equipadas para defender los intereses ecológicos ytienden a defender un significado de la sostenibilidad relativamente
blando, flexible yrestringido». J. S. Mill se anticipó a nuestro tiempo para decir sobre la necesidad devincular moral y medio ambiente.
Otra variante del liberalismo curativo supone contención en los derechos del hom-bre. Se propone constreñir la acción del sujeto en cuanto que no tiene derecho acontravenir o destruir
x recurso o proceso natural. Si fuese inevitable la destrucciónde los recursos el responsable se obliga a reparar el daño en iguales o similares condi-ciones o bien, a compensarlo en otra forma. Así nos adentramos en medidas pararegular la posesión y el aprovechamiento de recursos; es el remedio de y para el libera-lismo. Si fuese el caso extremo de morir por hambre, incluso así permanecen losderechos de los demás sobre esos casos particulares (Wissenburg, 1999: 57-59). Nospreguntamos por lo mismo si el argumento de la «contención» puede explicar la po-breza social. Sería el caso de afirmar que los pobres no respetaron normas o políticasambientales, porque en cuanto hubo recursos hubo dispendio y cuando hubo escasezsobrevino la destrucción. Caeríamos en ese lugar común al que se refiere Barkin,culpar al que todo ha perdido sin siquiera averiguar las causas que escapan a su con-trol.
La idea de la «contención» no es suficiente para explicar la multiplicidad de factoresque intervienen como causas de la pobreza, porque resultaría ilógico suponer que elhombre de campo, los grupos étnicos, concibieron e impulsaron un paquete tecnoló-gico que iba contra su propia tradición. El salto a la agricultura tecnificada, al sistema
tabula rasa de producción; la destrucción de las bases materiales de subsistencia; lacreación de transgénicos, no es idea que se conciba en sistemas de subsistencia o en laprecariedad. Se trata de inventiva y acciones que surgen en los procesos de acumula-ción y expansión de la riqueza, son saberes que vienen de fuera.
Hayward (1999: 66, 68, 70) encuentra una vía de solución al amparo de los derechoshumanos establecidos como valores no negociables. Si evitamos la necesidad de con-figurar daños objetivos para entendernos con lo que es bueno o malo para el hombre,habremos dado un salto en dirección del bienestar colectivo. No sólo se daría justifi-cación a la acción social, también se evitaría la opresión social. Si bien existen dudasserias acerca de la gramática de los derechos en cuanto que puedan significar lo querealmente beneficia al entorno y también acerca de las condiciones que harían posi-ble ese nuevo marco de derecho, Hayward se contenta con la esperanza de que sevinculen reivindicaciones sociales y procedimientos del derecho. Con todo escasea elargumento para decir sobre los factores que hacen posible ese vínculo y de existir,tampoco es claro por qué dicha relación funcional ha de ser bondadosa para el am-
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biente y la colectividad. El derecho, entendido como prevención contra daños o per-juicios ambientales y como vía para asegurar el acceso a la información y a los recur-sos, no es de cualquier forma supuesto suficiente. Primero, porque resulta difícil con-figurar la naturaleza y el alcance del daño, con lo que se dificulta esclarecer la relacióncausa-efecto. Segundo, porque incluso disponiendo de la información correcta y sufi-ciente, nada garantiza que la hermenéutica del sujeto o del grupo social afectado vayaen dirección de un sentido bien fundado y que por añadidura tenga efecto en ladecisión política. Recordemos a ese respecto que en la disputa por mejorar las condi-ciones del ambiente entra en litigio un agente al que se imputa el perjuicio. Es seguroque esgrimirá argumentos convincentes y en el supuesto de una causa perdida, novacilará en responsabilizar al Estado por la pérdida de empleos. La vía que proponeHayward nos acerca a la epistemología de la ciencia natural, si bien propone conside-rar un mínimo de variables y relaciones funcionales entre éstas. Demostrar el daño noes asunto de oratoria, es argumento que se sigue por los cauces del positivismo lógico,de ahí la limitante que se ofrece para la participación social.
La sociedad habla con retórica, con un lenguaje que remite a las formas de la semejan-za, con un núcleo semántico que se despliega en razón de los atributos que derivan dela cosa que se define. Para mayor diferencia, la memoria social se instalaprecomprensivamente como totalidad, como condición de vida que se percibe no consuficiente claridad. La añoranza es presupuesto que sirve para comparar lo actual; esremedo de un escenario que ya no existe porque se erosionó con el empuje de unprogreso que está en cuestión. Importa decir sobre el
telos espiritual que éste se haceevidente en el ciclo de la vida, con la división del trabajo, en el modo como el hombrese relaciona con los procesos naturales para apropiarse de los recursos. En síntesis, laacción es reflejo del sistema de creencias; éstas dicen si el hombre es producto de unlargo proceso de vínculos y relaciones con el sistema natural. El estado íntegro decosas, en donde se inmiscuye el medio y la acción del hombre, es sistema que sedesenvuelve con gracia propia, con cierto grado de autonomía. De ahí que tengamossistemas mayormente bondadosos para el medio y aquellos que dilapidan recursosponiendo en ciernes un futuro mejor.
Resulta importante entonces averiguar la génesis y las condiciones que hacen posiblela persistencia de los sistemas con relativa bondad. En lugar de trasladar a la indivi-dualidad posesiva toda consideración sobre el efecto de la problemática ambiental yen su caso, la defensa contra perjuicios, en otras palabras, en lugar de fragmentarcausas, consecuencias y tentativas de solución, por qué no ha de juzgarse válida laperspectiva de integridad sistémica.
La solución a todo esto consiste en no sacralizar los derechos humanos, todo lo con-trario, hay que mirarlos en relación con valores, tradiciones y creencias inconmensu-rables. Admite como condición que las instituciones sociales dialoguen para que ne-gocien sus diferencias. La deliberación y persuasión, no la coacción, están en el ánimode un sistema democrático liberal. «…en este liberalismo se ensamblan la protección
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de los individuos y el sostenimiento de la sociedad…» Se trata aquí de privilegiar elagnosticismo del liberalismo para que esté en condiciones de dialogar y de asumir lapluralidad.
«En suma, en este liberalismo la intervención del Estado rebasa con mucho la protec-ción de los derechos individuales para adentrarse en la regulación de la protección delas minorías, de las culturas, de los menos favorecidos y, por último, en la proteccióndel medio ambiente.» (Rivero 1999: 90-93)
Hemos superado la consideración parcial, la reducción del mundo a variables por lasque se interesa el liberalismo, ahora estamos en la condición de asumir la diversidadcultural, el hecho de que cohabiten a un tiempo las antípodas, la diversidad sistémica;nos encontramos con lo que de siempre despuntó como proceso de la civilización.
Como puede comprenderse estamos como al principio, cuando unos destruían y otrosno, esperanzados en que unos asuman de otros un cierto influjo cultural, experienciaso un comportamiento análogo, de modo que se perfile el sentido de la sustentabilidadecológica; es la cimiente de la conciencia y el devenir de la acción como integridadque favorece al entorno. Esperanzarnos en el ensanchamiento de la conciencia y enconductas consistentes con el imaginario no es sin embargo experiencia relevante enAmérica Latina.
González Casanova (1994: 38-39) habría dicho que el capitalismo global de finalesdel siglo XX deviene en políticas que operan en espacios trasnacionales e incluso anivel planetario. Es un monstruo que engulle toda epistemología asociada con lainconmensurabilidad del entorno, con la complejidad real, para entender el mundoen sentido unívoco, para operar sus extremidades a escala global bajo la premisa de lasimplicidad. Precisa reducir el número de variables en juego porque sólo así es proba-ble mirar y actuar en cualquier espacio. Es condición imprescindible no entender niatender el efecto adverso multiplicado de ese sistema productivo, si bien preocupasobre todo la acumulación de riqueza. El neoliberalismo es sistema de ideas que des-tierra categorías y modelos tradicionales para comprender el orden social y naturalcomo un sistema de intereses particulares, de ahí su incapacidad para entender unaperspectiva socio-ambiental intrincada y de largo plazo.
Cómo explicar la degradación del sistema político, económico, social y cultural deArgentina. Los teóricos de la «dependencia» habrían encontrado respuesta en la con-versión de un sistema productivo que sirvió para satisfacer las necesidades del creci-miento orgánico de Inglaterra y en menor medida para saldar rezagos nacionales. Lainversión inglesa en las pampas alcanza tanto como el 65% hacia la década de los ‘30.
La posesión de la tierra y las actividades de exportación eran privilegio de una mino-ría. Se trata de una minoría no determinada por la tradición del gaucho, es contraria-mente el círculo privilegiado que se determina por lo externo, por el olvido de lopropio, de ahí la penitencia. La caída brutal de las exportaciones y de los precios, lacompetencia internacional, hacen ver el equívoco de no conservar medidas de
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autosustentación. La ingerencia de los militares en la política pública, la pretensiónde gobiernos democráticos consistente en dar solución a las demandas salariales apesar de los procesos inflacionarios y sobre todo, el olvido por un sistema establesurgido del vínculo entre la fuerza humana y el sistema ecológico, es decir sistemas deautogestión social, son el tipo de argumentos que explican por qué Argentina termi-nó en un sistema económico altamente especulativo y en la degradación ecológica delas pampas (Ikonicoff 1988: 51, 54-55).
En Bolivia la inflación, el colapso de exportaciones y precios, la orientación de laproducción para generar bienes que demanda el exterior, la dolarización de la econo-mía, el recorte del ingreso y el empleo, el crecimiento del mercado informal y de lastasas de migración y el crecimiento del narcotráfico, son indicativos del fracaso que seasocia con el modelo productivo (Toranzo, 1990: 110-111). Lejos de pensar y pro-mover sistemas estables de autosustentación social, hemos derivado en el tipo de acti-vidades que sirven mediatamente a las necesidades cambiantes del mercado exterior.
Nos colocamos en un escenario de volatilidad, de oportunidades efímeras, en unperfil incierto, sin garantías para un progreso social estable. Valdría la pena preguntar-se si está en la promoción de un sistema ambiental sustentable una alternativa alnarcotráfico, si bien su objetivo se basa en la construcción de expectativas para elprogreso social. Los cuarenta millones de individuos que habitan en comunidadesétnicas en América Latina se han visto afectados una y otra vez por el neoliberalismoglobalizado y no obstante subsisten. Díaz (1994: 75) reconoce la ingente labor deesos núcleos sociales para hacernos ver una alternativa de organización social que lejosde ir contra natura, pervive resistiendo al individualismo posesivo y adaptándose a loscambios de la modernidad para resguardar germoplasma, técnicas de cultivo, imagi-nario colectivo, la historia misma.
IV. Perspectiva de la sustentabilidad en la democracia social
Pensar el desarrollo social como influjo de los procesos naturales no es en definitivaun tema que se haya dejado en el olvido prehispánico, es necesario afirmar que es elelemento central en la dialéctica del progreso. En nuestros días los intentos de conver-sión del sistema rural en tentativa de modernización son precisamente la antípoda deldesarrollo social. Barkin (1998: 13) ha sido penetrante en el esclarecimiento de eseengaño; si el desarrollo agrícola tiene como premisa, como condición para el benefi-cio del campesinado, la asunción acrítica de ideas, técnicas y equipamiento tecnológi-co, en otros términos, el cambio de la tradición por ideas foráneas, es seguro que losobjetivos de bienestar social, de riqueza, de calidad de vida, no sean más que unespejismo. El fondo que se deja ver delata mecanismos de extrema dependencia ypérdida de autonomía en la gestión de los recursos naturales. El sistema de la vida sedesprende de su valiosa herencia cultural, de los bienes materiales, los conocimientos,la racionalidad que se les asocia y en el fondo de todo, hay pérdida de una filosofíaque parte de entender la circunstancia del hombre asida a los procesos naturales. Lo
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dicho no propone contener un proceso comprensivo que se superpone a la naturalezapara transformarla. El cambio es inevitable pero ¿en qué dirección?
Arendt (1996: 181) ha reflexionado sobre el hecho; afirma que en cualquier sociedad,por anquilosada que esté, siempre permanece latente esa capacidad inagotable deinventar, de reiniciar la vida, es la facultad de libertad. Añade para aclarar su idea de lalibertad: «…es la capacidad cabal de empezar, lo que anima e inspira todas las activi-dades humanas y es la fuente oculta de producción de todas las cosas grandes y be-llas». Tal es desde luego un aserto insuficiente, se hace imprescindible admitir suantípoda: subyace a esa condición el oscuro secreto de la ruina del hombre. No todolo que se ejecuta como modificación o alteración radical en el sentido del vínculoentre el hombre y su ambiente es en definitiva mejoría, calidad de vida, aseguramien-to de la estabilidad y del disenso humano. Esa reflexión deja ver la necesidad deentender que en la inventiva humana ha de quedar garantizada la necesidad del cam-bio como reflejo del
telos, y la persistente condición de mantener un argumentoproblematizador para intervenir en nodos y dudas que afloran como equívocos de lasociedad moderna.
La reflexión de Barkin (1998: 13-14) va más allá de la añoranza, no reclama un mun-do prístino para reinaugurar modos de vivir, discute a la racionalidad científica ytecnológica en razón de valores éticos y morales. Si el conocimiento, las decisiones delpoder político, han dejado de ser báculo del interés social, ¿qué explica que se orien-ten para beneficiar a unos cuantos?, ¿quiénes son los beneficiarios del desarrollo?,pregunta insistentemente. El núcleo semántico de esa duda aguarda como explica-ción y respuesta del problema ecológico. Para algunos representantes del pueblo, esprecisamente en el escenario social y sólo ahí donde ocurre la tragedia. La herenciaétnica, la carencia de conocimientos y capital, son factores que llevan a la destruccióndel legado natural. Se cultivan productos tradicionales en lugares inadecuados, seemplean técnicas y semillas inapropiadas. Se dice que los campesinos son incapacesde adaptarse a los cambios, a la moderna vía de solución. Como afirma Barkin, se«culpa a la víctima de su propia situación y de su falta de progreso…»
Lo que Barkin delata como fondo de esa tragedia, es propiamente la emergencia deun prejuicio que surge desde el interés capitalista; como bien afirmó Bourdieu, unaclase puede mirar y juzgar a otra porque se posiciona en sus valores, bienes e intereses,en su cultura enclasada, porque desde ahí mira lo que es mejor y lo que debiera hacerel otro; muy distinto de contemplar la alteridad desde su propia razón de ser. Suponerqué debiera hacer el otro para progresar no es asunto que se explique desde un prejui-cio que se funda en valores liberales, es más bien comprender la racionalidad queexplica y da sentido a ese otro mundo, a la alteridad.
Se impone reflexionar sobre la disyuntiva que se plantea a los campesinos cuando de-penden para producir y aprovechar la tierra de condiciones más o menos estables ycuando se ha degradado el entorno. En un escenario en el que todavía se dispone de
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agua de calidad y con cierta abundancia, tierras fértiles, es seguro que no se dificulte latarea de producir y aprovechar los recursos naturales. Muy distinto de ese otro paisaje endonde el suelo erosionado, infértil, con escasez de agua, hace ingente cuando no impro-bable la labor humana. La tecnología moderna origina justamente la simplificación y eldestrozo de la diversidad de la naturaleza, la siembra es
tabula rasa, en un corto tiempose produce más pero a largo plazo se seca la tierra, escasea el agua, es la herencia delmenos favorecido en ese supuesto proceso de desarrollo. Los campesinos, anclados a sutierra, no tienen más remedio que sufrir las condiciones de pobreza. Si antaño librabanuna relación más fructífera con su medio, cuando ha sido degradado resulta improbablesostener un mínimo de condiciones de calidad de vida. Empero, como asegura Barkin(1998: 22-23, 26, 31, 44), esas condiciones adversas no tienen origen en la tradición, enel devenir de formas estables de relación con la naturaleza, surgen de la inventiva liberal,del deseo de obtener más en el menor plazo posible. Se originan en todo proceso com-petitivo liberado de prejuicios o preocupación por la necesidad de generaciones venide-ras. Otra cuestión que fortalece la productividad liberal despunta con la conversión depatrones de consumo en los centros urbanos; ya no responden a la relación intrínsecaentre el bienestar ambiental y el humano.
La problemática en cuestión adquiere complejidad, si bien se apremia decir por quéla ciencia y la tecnología se orientaron en favor del mejor postor. A los interesesprivados subyace una forma de concebir y emplear la tecnología, pero tambiénvínculos necesarios con el poder político; sólo así se asegura la reproducción de laracionalidad capitalista. Si el poder político admite espacios de gestión monopoli-zados, la eficiencia de la tecnología no es asunto que preocupe, incluso si es contra-ria o perniciosa para el sistema de la naturaleza. Si es el caso de competir con unmínimo de intervención del Estado, la eficiencia es necesaria como cálculo de bie-nes producidos en el menor tiempo posible, no importa la generación de residuos yefectos ambientales. El capitalismo estandariza la calidad de la producción y delproducto; no existe preocupación por la reconversión de sistemas ecológicos com-plejos o el uso insensato de plaguicidas, por el cálculo de ingredientes y técnicas deproducción, ello a pesar de reducir la calidad alimentaria de las cosechas y desarro-llar ingeniería genética con alto riesgo para la estabilidad del ambiente. Llegamos alextremo de no preocuparnos por las condiciones que salvaguardan las fuentes degeneración de agua potable, nos hemos acostumbrado a caminar por las calles conplásticos que contienen agua de distinta calidad y precio, según se emplee tecnolo-gía avanzada o no. Hemos cambiado todo esfuerzo de conservación del ciclo natu-ral del agua potable por la ingeniería de la calidad; la sociedad se vuelve dependien-te de la tecnología y a pesar de eso, no tiene garantía sobre la estandarización de losprocesos, el establecimiento y cumplimento de normas de calidad.
El Estado cede progresivamente el control de la calidad de los bienes a la iniciativaprivada, ésta crece y se diversifica a grados de difícil control. Nadie vendería agua sinanticipar un cálculo racional en el que no se proyecte la recuperación de la inversión
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efectuada en tecnología y otros gastos. Si existe agua que se expende por debajo deotras marcas es porque se ha dejado de invertir en tecnología, porque se menospreciael rigor de las normas, porque se juega con la complicidad del Estado o con su incapa-cidad para efectuar la supervisión. La decidida intervención del Estado o un mínimode regulación, exponen el vínculo pernicioso entre las fuerzas del poder político y elempuje del capitalismo voraz.
Si a un tiempo existen procesos de producción de bienes naturales que son favora-bles o no a la preservación del medio ¿a qué obedece esa anarquía?, ¿por qué pervivela agricultura orgánica a la par de bienes en los que se admite un mínimo de resi-duos de plaguicidas con el riesgo que implica para la salud pública?, por qué, lejosde pensar en el poder político como árbitro que coadyuve en el esclarecimiento deun camino de bondad y bienestar social, lo suponemos contrario a los intereses máslegítimos del pueblo. Así hemos llegado al extremo de asumir «libertad en la elec-ción» de los bienes que consumimos; es nuestro conocimiento y la elaboración deljuicio, el fondo que hace posible elegir lo que nos beneficia o afecta como calidadde vida. Reposamos en el saber, en nuestro sistema de valores y convicciones, en unacto racional que deviene ontológico por su elección. Todo equívoco es riesgo yculpa que se imputa a la propia ignorancia, a un consumo irresponsable. El Estadose ha retirado de un imperativo ético, admite relación inestable y azarosa entre elmundo de la producción y la discrecionalidad del sujeto.
Esa condición configura un momento histórico característico del vínculo entre lapolítica pública y la dinámica del mercado en los distintos países de América Latina.
Un mal entendido concepto de libertad comercial ha tenido respaldo en las esferas delpoder. Los procesos de transformación y servicios con efectos adversos o no para elambiente y la sociedad no son esclarecidos taxonómicamente, bajo un
telos que serecrea en valores que dan sentido a la idea de progreso. Lo dicho no cuestiona elhecho de que en las comunidades étnicas y rurales exista desarrollo tecnológico y unalógica de distribución de la riqueza. El problema tiene que ver con las condicionesque omiten o marginan toda alteridad, si bien albergan alternativas para sustentar larelación hombre-naturaleza. Es asunto que por cierto no puede explicarse con losmétodos de la ciencia positiva, reclama el análisis de fuerzas antinómicas, no bajo lareducción que se expone en la ciencia social; tratamos con un plexo de sentido amplioque se somete al influjo de las ciencias del espíritu.
¿Qué ha cambiado hasta aquí en la perspectiva de conocer y tratar con el sistema de lanaturaleza? Por principio, se ha superado una etapa previa en la que conocer era pos-trarse ante un saber eterno, ante un sistema que de siempre existió y que dejaba veralgunos datos para guiar nuestros pasos. El saber era correlato, semejanza, replieguede la vida sobre sí misma. Era un sistema social que intimaba con la naturaleza; la vidase ordenaba por un baremo normativo, por el sistema de creencias que dan direccióny sentido. Ese supuesto lleva a pensar en el desenvolvimiento co-determinado entre elsistema de creencias y la acción social, hablamos de la creación cosmogónica. De ahí
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la necesidad de reflexión sobre los sistemas de valores en cuanto puedan o no serfavorables al medio. El sistema de ideas es
per se la condición que asegura un
telossaludable en la relación del hombre con el entorno. De ahí que no resulte ociosorastrear en el pasado para averiguar el tipo de valores que devienen propicios para lasustentabilidad; la relación presente-pasado no es desdeñable para explicar la variedady viabilidad de los proyectos sociales.
La naturaleza habla tal y como la madre dice o hace para cuidar al hijo. Pero ¿quémotivó que éste se desentendiera de su más preciada herencia y fuera contra su propiaprogenitora? No todos los sistemas de ideas fueron propicios para salvaguardar los pro-cesos de la naturaleza, pero tampoco la oportunidad de elección racional estuvo en surespaldo. Un cambio radical acontece con la fragmentariedad social, con el abandonode lo común para despuntar con la idea del solipsismo. La antípoda que se quiere poneren escena es clara: en un extremo tratamos con el prefiguramiento de un saber comuni-tario, conservador, orientado por valores positivos3, en el otro con el egoísmo, con laapropiación del saber para despuntar con el beneficio restringido; es la postura liberal.
En ese extremo la acción se orienta por valores negativos, es proceso que se desliga delcuidado del ambiente y no tiene efecto en el bienestar colectivo.
Barkin (1998: 14) no habría pensado en la futilidad del cambio como reflexión envarios sentidos, no habría ido contra la capacidad de inventiva del sujeto, no desdeñaríasu facultad de ser libre, tampoco estaría contra el pensamiento ilustrado y menos aúncontra toda intervención del poder político, luego entonces ¿en qué sentido progresansus ideas?, ¿por qué son ilegítimos los actuales beneficiarios del progreso?, ¿cómoreconvertir el orden de la vida para encontrar a un sujeto merecedor del beneficio?, ¿quéelementos permiten argüir la legitimidad del beneficiario del progreso?, ¿en qué consisteese halo de beneficios? El autor delata injusticia en el reparto de la riqueza y mecanismosdescarados que aseguran la persistencia de esa asimetría. En el fondo el desempleo, ladiscriminación, la degradación del ambiente obra contra el hombre. En el orden globalun número reducido de naciones y más específicamente de transnacionales determinanla dirección del progreso y las condiciones de inserción de compañías, pequeños pro-ductores y comunidades agrarias de otras latitudes. Las compañías foráneas se apropiande la mejor proporción del beneficio económico; desdeñan y transforman la simientecultural local para reorientar los patrones de producción y consumo; convierten el hábi-to alimentario en cualidad inaceptable por la escasez de nutrientes; desbordan la energíaen espacios de entretenimiento, en ocio insatisfecho, es la degradación del espíritu enaras de propiciar la dinámica del capital.
La vía de solución a esa problemática se encuentra por un lado en las condiciones queharían factible el fortalecimiento de la autonomía en la organización social mediandoel uso de recursos tradicionales y una fórmula auténtica para impulsar perspectivas de
Quiere afirmarse que se trata de una carga axiológica que está en consistencia con los procesosnaturales y que es contrario a todo sistema de valores posesivos.
Pragmatismo ecológico en América Latina: Precomprensión y perspectiva de la sustentabilidad
gestión ambiental. El esfuerzo social bien puede ser un movimiento sin sentido amenos que sea orientado por un sistema de ideas, es decir por una perspectiva dedesarrollo sustentable que convoque a un pacto social. Esto último parte de reconocerla imperiosa necesidad de superar las condiciones de pobreza y la necesidad de diver-sificar la estructura productiva para admitir las variantes que se conciben y desenvuel-ven en la inventiva social. Tratamos con un concepto de democracia que tiene efectosobre sí mismo, lejos de establecerse como el imperativo unívoco, admite el desarrollode formas de gobierno que surgen en la alteridad, como producto de la génesis queacaece por la relación íntima de largo plazo entre las comunidades humanas y elentorno (Barkin, 1998: 55).
Las soluciones no han de caer del cielo, de un grupo o clase política con capacidadteológica, implican a los sujetos concretos con ideas paganas muy propias. Es imperiosoinvolucrar a los beneficiarios del desarrollo en las decisiones y en las estructuras delpoder; sin escuchar al otro, sin permitir su propia gestión, no hay garantías para que supalabra y necesidades queden contempladas en la planeación y en la instrumentación dela decisión política. El desarrollo sustentable es lucha por el control del aparato produc-tivo para llegar a esclarecer qué y cómo producimos (Barkin, 1998: 61, 65). En esa idease implica una condición necesaria para orientar la política pública, empero, ¿qué con-diciones harían posible insertar al otro en el espacio público?
El titiritero no juega con los hilos para entender la variedad de sistemas de vida, todolo contrario, el titiritero carece de reflexión sobre la alteridad. Es precisamente porqueno puede ver ni creer en un mundo concomitante por lo que se da sin freno a laingente labor de crear, recrear y diversificar su mundo, no importa si concluye en lavaciedad. La búsqueda sin freno de espacios, bienes y actividades que gesten nuevariqueza, es necesidad del capitalismo moderno si bien el exceso competitivo omonopólico lo ahoga. El ensanchamiento del mercado no necesariamente conduce abienes y prácticas consabidas o tradicionales, a la eficiencia; todo lo contrario, si algomostró el despunte de la ciencia fue la capacidad de maravillarnos y seducirnos con lasorpresa. Hegel desveló una epistemología que permite averiguar la funcionalidadorgánica de un fenómeno, conocer es entonces averiguar los secretos de la naturalezapara beneficiar el desenvolvimiento humano. Pero fuimos más allá, desentrañamos elsecreto y nos postramos en una pretendida capacidad teológica, no ocupamos el saberobtenido para asegurar un
telos natural.
Es cierto, los saberes de la ciencia no estuvieron exentos de prejuicios religiosos, decarga ética y moral, fueron contenidos porque se advertía su desbordamiento en unsentido contrario al deseo limitado o colectivo de otras épocas. Empero la comuniónde intereses limitados y fuerzas políticas rompía las barreras impuestas. De ahí lapregunta que sigue: ¿por qué triunfó un mercado miope, que vende lo necesario parala vida y la comodidad, pero también lo innecesario, lo insulso, lo ocioso, lo no dura-dero, lo que contamina?, ¿por qué no somos capaces de identificar, separar y contenerla inventiva que nos contradice?, ¿por qué caímos en la vaciedad de un comercio que
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está contra
natura y el bienestar colectivo?, ¿por qué no desbocamos nuestra inventivaen el sentido de crear y diversificar para ser consistentes con el mundo natural? Nospreguntamos en consecuencia si la explicación a esas interrogantes es mediación nece-saria para enmendar el camino. Hacernos conscientes del hecho histórico ¿es proba-ble como percepción comunitaria, como saber generalizado que penetra y azuza alcolectivo en una determinada dirección?
Una veta probable de explicación bien puede asumir el hecho de pensar al propietariode los medios de producción como un ser sin prejuicios éticos y morales, sin compromi-so social, sin preocupación alguna por el sistema de la vida; es la circunstancia de unsujeto previsto para concebir e impulsar «espacios de oportunidad». Saciar la individua-lidad posesiva es garantía para sobrevivir en la jungla del capitalismo. O es el caso deconsiderar al individuo que se preocupa, que está consciente del desastre ecológico aso-ciado con nuestros patrones de consumo, pero se ve impotente ante ese escenario que lodesborda y que le impele a comportarse o no en consistencia.
V. Precomprensión en la perspectiva de sustentabilidad ecológica de
América Latina
El «saber y tener previos» como punto de referencia para entender los procesos produc-tivos de la naturaleza en una perspectiva antropológica, nos lleva a cuestionar un mun-do orientado por la simplicidad del conocimiento. La analogía persiste como forma deconocer que se deja influir por el orden de la vida, pero no es en definitiva garantía paraasegurar coherencia entre las ideas y acciones del hombre con el entorno.
El racionalismo penetra en el fenómeno para esclarecer sus leyes íntimas, es media-ción para orquestar el dominio y la transformación del medio, puede asegurar prove-cho o pérdida. Antes o después del siglo XVII acaece diferencia en el empleo delconocimiento por el fondo ideológico que gesta y da orientación, sentido.
El mundo multirreferenciado, análogo, se ofrece diferente en cuanto abreva del espí-ritu de la naturaleza, del ciclo cósmico; es en cambio recreación, inventiva, autono-mía, cuando pretende desenvolverse concomitante, sin la tutela del influjo ecológico.
La primera versión de la vida plantea supeditación contemplativa, acaecer ordenado,dispone para vivir con armonía y limitación, si bien nada asegura que problemasulteriores de crecimiento poblacional, escasez de recursos o catástrofes naturales, pue-dan sortearse con ese conocimiento primario. La otra forma de convivencia es permeadapor la inventiva y la precaución ante lo infausto, si entre tanto el hombre ya no actúaen consistencia con el medio, dispone de un acto reflexivo y de acciones para empren-der esquemas productivos que lo liberan temporalmente de la desventura. Pero nohablamos de dos sistemas de la vida escindidos en el tiempo o en el espacio, tratamoscon la imbricación, con el diálogo, con la confrontación entre comunidades que tra-tan con una o con otra creencia.
Pragmatismo ecológico en América Latina: Precomprensión y perspectiva de la sustentabilidad
Digamos que el mundo ha de entenderse por su pluralidad epistemológica, a la par deescenarios que se sostienen por un lenguaje análogo, los hay orientados por el gobier-no de la razón, pero es también un hecho que el debate, la pugna entre sistemas decreencias, está supeditado al metarrelato o al pragmatismo contingente y compulsivo.
Todo ello es cuanto concierne a una forma de conocer que se limita a la adjetivaciónde las cosas o las categorías; es lo que hemos descrito como merma cognitiva, emperotambién ha de pensarse en lo intrincado en la inconmensurabilidad de los sistemas aun tiempo sociales y naturales.
Un mundo de la vida permeado por el influjo cósmico es evidencia de un progresosocial en dirección de la complejidad sistémica. Es un mundo que no necesariamentese ofrece unívoco, puede aceptar o negar los progresos de la ciencia y la tecnología,con ello, bondades sociales o intereses limitados. Es circunstancia que se complicacuando tratamos de entender los vínculos y relaciones de poder.
La pluralidad sistémica es requisito precomprensivo para reflexionar el vórtice de lavida, para esclarecer el sentido ético y en cambio mirar una realidad que no parecedespuntar con esperanza. Con lo dicho, tal parece que el secreto se encuentra en lafórmula conocimiento, sistema de valores o creencias, poder. Si opera como un siste-ma favorable al medio, como una racionalidad ecológica, habremos conseguido elanhelo de la sustentabilidad. Leff (1998: 41, 55, 78) apunta en esa dirección, arguyeun nuevo paradigma basado en el potencial ecológico, en la pluralidad étnica; rescataen definitiva la base ecológica y cultural de toda empresa social, la descentralizaciónde la economía y el respaldo a la diversidad de sistemas productivos, de estilos dedesarrollo. Las comunidades deben reapropiarse de su patrimonio natural y de laautogestión de sus procesos productivos. La idea de fondo exige descentrar iniciativasde producción que estén basadas en el uso múltiple del suelo (en su vocación natural),en la diversidad cultural y en la capacidad de autogestión. No niega la participacióndel conocimiento científico y la tecnología cuando no contravienen la preservacióndel entorno. La idea de fondo está en la recuperación de valores esenciales, en el retirode una pesadilla deshumanizante para adentrarnos en la solidaridad social. Su con-cepto de solidaridad va más allá del sentido simplificador unívoco, destaca comuniónahí donde se admite la diferencia, la existencia de mundos alternos, la heterogeneidadde sentidos de la existencia.
La condición que se deja ver en el pensamiento de Leff, expone como necesidad delprogreso social el aseguramiento de factores propicios a la pluralidad para asegurar elderecho que tiene un otro de actuar en consistencia con sus creencias. Concordamoscon esa posición primaria, sin embargo, la experiencia ha mostrado que en un escena-rio impregnado por tendencias concomitantes o contrastantes, nada asegura que ha-brá estabilidad o fortalecimiento de ideas verdes. La violencia entre representantes dediferentes tendencias culturales no concluye en el equilibrio, mayormente si el esce-nario se ofrece con distintos grados de perturbación y esto es dicho porque el Estadolejos de ser árbitro que se ocupa en el aseguramiento de la diversidad, tiende a impo-
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ner su prejuicio e intereses. De no ser así ¿qué indicios hacen pensar que en AméricaLatina habrá un punto de quiebre, que ese pasado de dispendio, deperdicio y destruc-ción tendrá freno?, si las democracias liberales se desentienden de la complejidadsistémica ¿es posible esperar una relación armónica entre el poder liberal y las formastradicionales o étnicas de producción?, ¿qué condiciones preparan el advenimiento derelaciones estables entre el poder político y la diversidad cultural?
La democracia tiene efecto cuando existe relación dialéctica y acotación de un poderpor el otro, empero las comunidades tradicionales no han ascendido a una condiciónde equilibrio para interferir o siquiera resguardar sus intereses primarios. En realidadsería un equívoco suponer la facultad omnicomprensiva en ese otro que nos gobierna,mayormente si tenemos conciencia de los mecanismos de elección de candidatos alinterior de los partidos políticos y qué decir de la cualidad de los funcionarios públi-cos. Nos preguntamos entonces por las condiciones que requiere ese otro, el sujetoliberal, para ensanchar su horizonte y admitir el equilibrio4 en la heterogeneidad. Sialgo nos ha mostrado la ontología de Heidegger es un «saber y tener previos» queindefectiblemente opera como un «ser y estar ahí»; el
dasein es
categoría suficientepara no creer en el desdoblamiento humano fuera de lo que no ha sido ni será.
La pregunta de Luhmann (1996: 9-14) apunta en esa dirección: «¿cómo se puede creercon seriedad que una nueva moral pueda traducirse en una conducta adecuada conrespecto al entorno, sin entrar en conflicto con las exigencias sociales?» Qué indicioshacen pensar en una moral bondadosa, es decir que no originará mayores preocupacio-nes y alteraciones en el entorno. En opinión del autor la autolegalidad moral bien puedeaparecer como un déficit teórico. Para despejar esa duda recrea el concepto de resonan-cia. Nos dice que la magnitud de todo efecto en el entorno depende de las condicionesestructurales de un sistema. La diferenciación y complejidad del sistema es clave paraentender el hecho de que pueda o no filtrar o amortiguar un efecto. Un sistema relativa-mente simplificado sufre mayor impacto. Se pregunta por lo mismo: «¿cómo determinala sociedad moderna su resonancia respecto de los cambios en el medio ambiente y quése sigue de esa delimitación para la evolución subsecuente de este sistema en la socie-dad?» Una condición que permite administrar la resonancia es sin duda la comunica-ción. El miedo ante desastres ecológicos es un hecho comunicable, de ahí la naturalezade la respuesta. La sociedad concede atención al problema desagregándose en sistemasparciales. La economía, la ciencia, la religión, la educación, derivan en enfoques disímbolosque si bien son interdependientes no concluyen en armonía o equilibrio interdisciplinar.
De ahí el elevado riesgo estructural, la elevada sensibilidad y perturbabilidad del sistemasocial. Se concluye en algo que ya conocíamos, no hay representatividad del sistemanatural en el sistema social. La sociedad se desagrega temáticamente, así se incapacitapara comprender los peligros ecológicos que en contraste se registran complejos. El
Con equilibrio nos estamos refiriendo a la medianía que se consigue con un acto deliberativo quederiva del alejamiento de los extremos, del bien o del mal (una posición evidentemente aristotélica,véase
Ética nicomáquea); es sin la menor duda una categoría inexacta.
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sistema binario de la ciencia en cuanto es verdad o falsedad de los enunciados de laeconomía, si se preocupa por quién puede pagar o no, y de la política, en cuanto asumea quienes se colocan en una esfera de relaciones vinculantes respecto de un campo ideo-lógico y excluye a los otros, deja ver grietas que, ni duda quepa, corroen el edificiosocial.
La comunicación es núcleo duro de la resonancia, es recurso que ocupa una comuni-dad para intercambiar puntos de vista respecto de una situación de riesgo ambiental yno será la respuesta de la ciencia el medicamento para tan ingente mal. Si la cienciapretende abstracción para comprender y solucionar el daño, el argumento del riesgoes todo lo contrario: integridad que no se captura. El pavor apunta en distintas direc-ciones, de ahí que sobreponiéndose al Estado de derecho, el poder responda con unamedida similar, con la maraña de la política. La génesis social no tiene por objetivoesencial la adaptación al entorno, es más bien su capacidad de continuar con un ciertoesquema de reproducción. A pesar de todo, la retórica del miedo nos pone en jaque,«…no puede ser regulado por el derecho y no puede ser contradicho por la ciencia.
Económicamente no se puede vender, y se sabe del sistema de educación que el obte-ner buenos logros educativos hace que se acreciente la inseguridad de la valoraciónpersonal y el miedo ante la capacidad propia.» (Luhmann 1996: 9-14)
En lo dicho se colige esa imperiosa necesidad de conceder prioridad a una totalidadque ha de moverse con sentido. Reflexionamos un sistema de vida que no puedeliberarse del cuestionamiento y la coacción, si bien el metarrelato, los valores trascen-dentes, han dejado de tener sentido para un sujeto social que se cosifica en los inter-cambios del pragmatismo contemporáneo.
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THÉMATA. REVISTA DE FILOSOFÍA. Núm. 39, 2007. ¿HACIA HUMANOS DE CRIADERO? Remo Bodei. Universidad de Pisa. Universidad de Los Ángeles Resumen: Remo Bodei nos propone una reflexión sobre el impacto y consecuencias de las biotecno- logías sobre la estructura de los individuos y las sociedades en el futuro inmediato. Se presentan algunos datos específicos de las biotecnologías junto con una serie de consideraciones filosóficas que